El
modelo de explicación darwinista analiza el proceso evolutivo como producto
de la interacción entre los organismos y su entorno. La selección natural
actúa sobre pequeñas diferencias existentes entre los individuos de una
población. Estas diferencias, la variación, son hereditarias y aparecen
aleatoriamente. Algunas de ellas confieren a sus portadores ventajas
respecto a sus vecinos en relación con su interacción con el ambiente.
Estos individuos obtienen ventajas reproductivas y sus características
aumentan de frecuencia generación tras generación.
Éste
no sólo es el núcleo central del darwinismo, sino también de la actual
teoría sintética de la evolución. Las aportaciones posteriores a Darwin
se realizaron principalmente en el ámbito de la genética, clarificando los
procesos de herencia, mutación
y evolución molecular.
No
parece exagerado conceptualizar el darwinismo como una revolución
intelectual. El darwinismo no sólo ha constituido el marco en el que se ha
desarrollado gran parte de las ciencias biológicas en el siglo XX. Ha
representado también, ya desde sus orígenes, una amplia transformación
cultural.
El
modelo darwinista de explicación ha sido utilizado también en las ciencias
humanas y sociales. Son tres los modos principales en que se ha producido
esta extensión del darwinismo (Sober 1991; Sober 1993). Es posible, en
primer lugar, aplicar el modelo darwinista a características
comportamentales humanas, del mismo modo que a cualquier otro rasgo fenotípico.
La sociobiología es la propuesta más conocida en esta línea, pero podría
considerarse también otras disciplinas como la genética de la conducta.
Aquí la eficacia biológica y la herencia genética son los conceptos básicos.
Otro
modo de extender el modelo darwinista es mantener la eficacia biológica,
pero cambiando la herencia genética por la transmisión cultural. Un
ejemplo clásico a este respecto es una de las posibles explicaciones del
tabú del incesto. Este tabú aumenta la eficacia biológica, pero no es
necesario considerar que su modo de transmisión sea genético. Es posible
explicar el tabú del incesto mediante un modelo darwinista que apele a la
eficacia biológica y a una transmisión cultural de dicha norma. La
transmisión genética es vertical, mientras que la transmisión cultural
puede ser vertical, horizontal u oblicua.
Es
posible, por último, utilizar modelos darwinistas en los que no se utilicen
los conceptos de eficacia biológica ni de herencia genética. Algunas de
las propuestas de epistemología evolucionista corresponderían a este modo
de expansión del modelo darwinista. Según Karl R. Popper se puede hablar
de una lucha por la existencia entre las teorías científicas. Las mejores
se difunden en el seno de las comunidades científicas, mientras que las
inferiores tienden a desaparecer (Popper 1972). Esta versión de la
epistemología evolucionista ya había sido sugerida por Thomas Henry Huxley
hacia finales del siglo pasado. Steven Toulmin (1972), Donald Campbell
(1974) y David Hull (1988) han elaborado modelos de epistemología
evolucionista de este tipo. Algunos de los modelos de transmisión cultural
elaborados por Luigi Luca Cavalli-Sforza y Marcus Feldman pertenecen también
a este grupo.
Considerando
el modo de transmisión y el tipo de selección, hay cuatro clases de
modelos evolucionistas: evolución biológica por selección natural,
evolución biológica por selección artificial, evolución cultural por
selección natural y evolución cultural por selección artificial.
Modelos
de evolución
|
Transmisión
genética
|
Transmisión
cultural
|
Selección
natural
|
Evolución
biológica por selección natural
|
Evolución
cultural por selección natural
|
Selección
artificial
|
Evolución
biológica por selección artificial
|
Evolución
cultural por selección artificial
|
Los
modelos de evolución tecnológica que voy a considerar en este trabajo son,
como veremos, de evolución cultural por selección artificial. Además
de los modos de transmisión y de selección, otras características
importantes de los modelos de evolución son el carácter de la variación
(intencional o no intencional) y la relación entre variación y selección
(independiente o no independiente). Al analizar los modelos evolucionistas
de cambio tecnológico se constatará la importancia de ambas características
en la evolución cultural.
2
- Organismos y artefactos
Conviene
señalar que con anterioridad al darwinismo, las analogías se establecieron
desde lo mecánico a lo orgánico. Desde el Renacimiento fue habitual la
descripción de los seres vivos, sobre todo de los animales, como compuestos
de mecanismos. El darwinismo supondrá también un cambio en la dirección
en el movimiento metafórico.
Primeras
aplicaciones
En el
volumen I de El capital, Karl Marx interpreta el trabajo de Darwin
como un estudio de lo que llama tecnología natural: la formación de los órganos
de plantas y animales que sirven como los instrumentos de producción para
sostener su vida. Y se pregunta: “¿No merece la misma atención la
historia de los órganos productivos del hombre en la sociedad, o los órganos
que son las bases materiales de cualquier organización concreta?”.
Marx
utiliza explícitamente el modelo darwinista para explicar la diversidad de
artefactos. Señala que, por ejemplo, en Birmingham se producen 500
variedades de martillos, y que no sólo cada una está adaptada a un proceso
concreto, sino que algunas sólo son útiles para operaciones particulares
en el mismo proceso. Cada variedad de martillo está adaptada a cada tipo de
tarea.
Jon
Elster comenta el modelo de evolución de la técnica del teólogo y demógrafo
noruego Eliert Sundt. Tras una visita a Inglaterra en 1862, Sundt empleó el
marco conceptual darwinista para el estudio etnológico de los procesos de
construcción de casas y botes. Veamos un ejemplo extraído de una
conferencia dictada en 1862.
“Un
constructor de botes puede ser muy habilidoso y a pesar de ello nunca hará
dos botes exactamente iguales, aunque se esfuerce por lograrlo. Las
variaciones que surgen de este modo pueden llamarse accidentales. Pero hasta
una variación muy pequeña generalmente se observa durante la navegación,
y entonces no es accidental que los marinos reparen en aquel bote que ha
sido mejorado o que es más conveniente para su propósito, y que deberían
recomendar para que sea elegido para ser imitado… Podemos creer que cada
uno de estos botes es perfecto a su modo, ya que ha alcanzado la perfección
mediante un desarrollo unilateral en una dirección particular. Cada clase
de mejora ha progresado al punto en que un mayor desarrollo provocaría
defectos que harían más que contrabalancear la ventaja… Y concibo el
progreso del siguiente modo: cuando la idea de formas nuevas y mejoradas
haya surgido primero, entonces una larga serie de experimentos prudentes,
cada uno abarcando cambios extremadamente pequeños, podría concluir al
feliz resultado de que del taller del constructor de botes surja un bote que
todos desearían tener así” (Sundt 1862, citado en Elster 1983: 124).
La teoría
de Sundt mantiene semejanzas con el modelo darwinista:
(i)
Las variaciones son, por lo menos en un primer momento, aleatorias;
(ii)
Las variaciones son pequeñas;
(iii)
El resultado de la variación puede resultar en una mejora del
diseño;
(iv)
La imposibilidad de realizar copias perfectas es el origen de las
variaciones;
(v)
Pequeñas variaciones producen efectos importantes.
La
diferencia más importante es que el modelo de Sundt no es de selección
natural, sino de selección artificial. Es el usuario, basado en sus
percepciones, quien lleva a cabo la selección. Sundt, sin embargo,
consideraba que el suyo era un modelo de selección natural. Esta confusión
entre selección natural y selección artificial aparecerá en numerosos
autores.
El
general británico Augustus Henry Pitt-Rivers se interesó por la historia
de las armas, reuniendo una colección de artefactos prehistóricos
recogidos en Europa septentrional. Esta colección le planteó el problema
de la ordenación de las diferentes armas, y fue en este punto donde encontró
útil el modelo darwinista. Decidió ignorar el origen geográfico, las
dataciones temporales y los contextos culturales, y ordenar su colección en
secuencias de formas ‘emparentadas’.
La teoría
subyacente a la taxonomía de Pitt-Rivers era la naturaleza progresiva de la
evolución de la cultura material humana. Consideraba, como muchos antropólogos
del siglo XIX, que las distintas culturas dispersas en el planeta
representan las diferentes etapas evolutivas por las que ha pasado la
cultura. Esta idea fue común también a numerosos naturalistas.
En las últimas
décadas han proliferado los trabajos que explícitamente utilizan el modelo
evolucionista para estudiar el cambio tecnológico. Expondré aquí los
enfoques surgidos en economía y en historia.
Economía
evolucionista
La
economía evolucionista surge como respuesta al tratamiento dado por la
economía neoclásica al cambio tecnológico. La economía neoclásica parte
de premisas como la racionalidad del consumidor, la maximización de la
ganancia como norma de conducta empresarial, el equilibrio, el mercado libre
y la disponibilidad de información por parte de los agentes económicos.
Desde este entramado conceptual, el cambio tecnológico es una consecuencia
de la conducta maximizadora de los empresarios. Éstos seleccionan aquellas
tecnologías cuyo 'impacto' socioeconómico conlleva una reducción del
coste por unidad de producción (rebajando el número de trabajadores o
empleando materias primas más baratas, por ejemplo).
Más
que como resultado de la elección racional, los economistas evolucionistas
conciben el cambio técnico como un proceso de ensayo y error (variación y
selección). Richard Nelson y Sidney Winter, primeros teóricos de esta
escuela de pensamiento, rechazan los conceptos de 'racionalidad maximizadora'
y de 'equilibrio', y proponen como alternativas los procesos de 'búsqueda'
(como forma de variación) y 'selección'. La meta no queda, pues,
predeterminada por la maximización, sino por un tipo de satisfacción
compatible con una amplia gama de patrones de comportamiento empresarial. De
esta manera, las empresas que puedan hallar mejores técnicas o tecnologías
y que utilicen mejores métodos de 'búsqueda', estarán en condiciones más
apropiadas de competitividad y expansión. Al respecto, Nelson y Winter
hablan tanto de 'trayectorias tecnológicas' como del 'ambiente (o entorno)
de selección' (selection environment) (Nelson y Winter 1982).
Las
diferencias entre el modelo de Nelson y Winter y el modelo darwinista son
las siguientes (Elster 1983 y Vence 1995):
(i)
En Nelson y Winter no se producen equilibrios;
(ii)
Las variaciones no son aleatorias, sino el resultado de procesos
intencionales de búsqueda;
(iii)
Las empresas no se reproducen, sino que aumentan o disminuyen de tamaño.
(iv)
El entorno de selección puede cambiar con la suficiente rapidez como
para que puedan subsistir empresas eficientes e ineficientes.
Resulta
interesante constatar que algunas de las controversias que se han producido
en el evolucionismo biológico se han reproducido en las extensiones de ese
modelo explicativo al ámbito de los artefactos. Me refiero en concreto a la
controversia entre gradualismo y equilibrios puntuados. Algunos economistas
evolucionistas han planteado la existencia de cambios revolucionarios y
periodos de relativa estabilidad en el proceso de cambio tecnológico.
Giovanni
Dosi ha introducido la noción de 'paradigma tecnológico'. Una de las
realizaciones de un paradigma es una trayectoria tecnológica, condicionada
por un entorno de selección específico. Un paradigma tecnológico define,
a su vez, las necesidades que deben ser satisfechas, los principios científicos
y las técnicas materiales que han de ser utilizados. En otros términos, un
paradigma es un patrón para la solución de problemas tecnoeconómicos
utilizando conocimiento científico (Dosi, 1982). Un paradigma tecnológico
se caracteriza por un conjunto de 'ejemplares' (un automóvil o un circuito
integrado, pongamos por caso, y sus particulares propiedades tecnoeconómicas),
y unos principios heurísticos que orientan el esfuerzo innovador: ¿a dónde
podemos llegar desde donde nos encontramos?; ¿qué podemos buscar?; ¿qué
conocimiento nos puede ser de utilidad? En este sentido, un paradigma define
las futuras oportunidades de innovación, y algunos de los procedimientos básicos
para llevarlas a cabo, esto es, orientan y concentran el esfuerzo innovador
en una dirección concreta.
Al
utilizar el concepto de paradigma tecnológico (u otros similares), los
economistas evolucionistas pretenden indicar que las 'mutaciones' tecnológicas
ofertadas en el mercado no son aleatorias. Además, no sólo la selección
sistemática del mercado provee una dirección al proceso de cambio tecnológico.
Se trata, más bien, de un proceso de interacción entre aspectos cognitivos
(variación) y aspectos socioeconómicos (selección).
Historia
evolucionista de la tecnología
El
historiador George Basalla es otro de los autores que ha hecho un uso explícito
del modelo darwinista para estudiar el cambio tecnológico. Basalla defiende
que este modelo puede ayudar a superar las limitaciones tradicionales de la
historia de la tecnología.
“Como
la necesidad y la utilidad por sí solas no pueden explicar la variedad y
novedad de cosas creadas por el ser humano, hemos de buscar otras
explicaciones, especialmente unas que puedan incorporar las suposiciones más
generales sobre la significación y metas de la vida. Esta búsqueda puede
facilitarse aplicando la teoría de la evolución orgánica al mundo tecnológico”
(Basalla 1988: 14)
Los
conceptos básicos del modelo de Basalla son: diversidad, novedad, selección
y continuidad. Veamos la aplicación de este modelo.
Diversidad
y novedad.
Basalla reconoce la inexistencia de un enfoque teórico unificado
capaz de dar cuenta de la generación de innovaciones tecnológicas.
Contempla dos grandes grupos de factores: los psicológicos e intelectuales
(entre los que incluye la investigación científica), y los socioeconómicos
y culturales. En cualquier caso, como para la mayoría de los
evolucionistas, lo importante es la constatación de la variabilidad.
Selección.
Basalla agrupa los factores selectivos en dos grandes grupos:
factores económicos y militares, y factores sociales y culturales. Reconoce
que pese al papel heurístico del modelo darwinista, la evolución de los
artefactos y de los organismos mantienen significativas diferencias. La
selección en el mundo de los artefactos es equivalente a la selección
artificial, antes que a la selección natural. Son los humanos quienes
deciden, influidos por factores de diferente índole, quienes deciden que
artefactos sobreviven.
Continuidad.
La continuidad es un punto crucial en el enfoque evolucionista de Basalla.
La continuidad es el modo en que se ‘reproducen’ los artefactos, i.e.,
lo que favorece o impide los factores de selección. Los artefactos
seleccionados se convierten en los antecedentes de una nueva generación,
influyendo así en la configuración futura del mundo producido. Basalla, no
obstante, considera que en la historia de la tecnología también se
producen, de vez en cuando, discontinuidades.
3
- Las limitaciones de la analogía: coevolución de la variación y el
entorno de selección
La
utilización del modelo evolucionista para explicar el cambio tecnológico
ha proliferado durante la década de los años 80. Al mismo tiempo se han
hecho evidentes las limitaciones de la analogía.
Algunas
de estas limitaciones ya han sido mencionadas a lo largo de la presente
exposición: 1) el carácter intencional de parte de la variabilidad en la
evolución de los artefactos, 2) los modelos de evolución de los artefactos
son antes modelos de selección artificial que de selección natural.
Consideradas por separado, cada una de estas dos diferencias entre la
evolución orgánica y la evolución de la tecnología no son más que
limitaciones de la analogía; consideradas conjuntamente, la pueden
destruir.
La
selección natural es oportunista: otorga valores de reproducción a cada
una de las variantes existentes de acuerdo con las circunstancias del
momento. La evolución biológica no espera, no permite elaborar estrategias
del tipo ‘un paso hacia detrás y dos hacia delante’. La selección
artificial, por el contrario, permite mantener opciones abiertas para un uso
posterior. Esta puede ser una estrategia racional por parte de mejoradores y
obtentores. Pero en la selección artificial sólo se puede tener en cuenta
la variabilidad existente y la variabilidad que aleatoriamente aparece. Si
es posible influir intencionalmente sobre la cantidad y la dirección de la
variabilidad, ya no estamos hablando de selección artificial.
Desde mi
punto de vista la diferencia más importante entre el cambio en el mundo orgánico
y el de la tecnología se encuentra en la relación entre la variación y el
entorno de selección. En la teoría de la evolución por selección natural
los procesos de generación de la variación y de selección natural son
absolutamente independientes. La variación no está orientada en ningún
sentido, sino que es aleatoria. Este es uno de los aspectos que fue más difícil
de aceptar por parte de los contemporáneos de Darwin.
En la
evolución de la tecnología, sin embargo, parece claro que los procesos de
variación y selección se encuentran, por lo menos en algunos casos,
relacionados. Este aspecto es reconocido como una limitación para la analogía
por parte de Basalla:
“En
la evolución orgánica, los factores responsables de la creación de
variantes – la mutación y recombinación – no son los mismos que los
que determinan la supervivencia y perpetuación de la especie. También aquí
divergen la evolución artefactual y la orgánica, porque muchas de las
fuerzas que fomentan la creación de artefactos variantes influyen también
durante el proceso de selección” (Basalla 1988: 169).
Esta
interrelación es también asumida, de forma más o menos explícita, por
los economistas evolucionistas. Nelson y Winter señalan que para que
funcione el entorno de selección es necesario asumir que existe una
separación entre los intereses de las empresas que suministran las
innovaciones, por un lado, y por otro, los de los clientes y las agencias
encargadas de la regulación. Esto es precisamente lo que no siempre ocurre
en la realidad social. Los actores sociales involucrados en el desarrollo de
tecnologías no siempre consideran que las preferencias de los consumidores
o las regulaciones son constricciones estructurales inalterables.
El análisis
de estas limitaciones de la aplicación del modelo darwiniano al cambio
tecnológico ha servido para que algunos estudiosos de la tecnología
propongan un acercamiento que denominan quasi-evolucionista.
Las características principales de este enfoque son las siguientes: (i) la
práctica de la ciencia y la tecnología consiste en procesos de búsqueda
guiados por principios heurísticos que prometen la consecución de un
objetivo, aunque no la garantizan; (ii) la variación y la selección son
procesos independientes pero íntimamente relacionados (la variación no es
aleatoria, y el entorno de selección es modificable); y (iii) el cambio
tecnológico se define a partir de tres conceptos: las 'trayectorias' (una
secuencia de productos con funciones similares); los 'paradigmas' (un
conjunto de expectativas y principios heurísticos relacionados con un
ejemplar concreto); y los 'nexos institucionales' (una unión estable entre
los agentes que proporcionan variaciones y el entorno de selección) (Lente,
1993).
Belt
y Rip justifican su opción quasi-evolucionista al constatar las
limitaciones de la analogía entre evolución biológica y evolución de los
artefactos.
“Nuestra
reformulación conceptual también sugiere que la analogía con la evolución
biológica sólo puede ser limitada. En la evolución biológica, aunque las
mutaciones son aleatorias, el proceso de selección es determinista; esto
es, hay un criterio bien definido para aceptar o rechazar una mutación
concreta. En la evolución social en la que se produce el desarrollo tecnológico
incluso el proceso de selección está lejos de ser determinista:
intenciones y expectativas juegan un papel, y los actores pueden realizar
elecciones y anticipar las reacciones de los otros. Más importante, los
actores humanos tratan de influir sobre las reacciones de los otros y
cambiar sus entornos de selección. Por lo tanto, el supuesto según el cual
el entorno de selección es independiente de una trayectoria tecnológica
particular es difícil de justificar” (Belt y Rip 1987: 141).
4
- La cuestión del progreso
Una de
las cuestiones básicas que subyace al uso de la analogía evolucionista
para el estudio del cambio tecnológico es la relativa al progreso. El papel
de la idea de progreso en la configuración del pensamiento evolucionista es
un tema controvertido (Castrodeza 1988; Bowler 1990; Mayr 1991; Ruse 1995).
Peter
Bowler ha afirmado que lo que pasaba por darwinismo en los años 60 del
siglo pasado era una combinación de dos programas de investigación
diferentes: uno basado en la expansión directa del enfoque de Darwin y otro
en la explotación de un modelo desarrollista de evolución. Por ello,
sostiene Bowler, “el Origen de las especies actúo como un
catalizador que precipitó la conversión de muchos pensadores decimonónicos
a una versión progresiva del evolucionismo que no era “darwiniana” en
el moderno sentido de este término” (Bowler 1990: 25).
Según
Michael Ruse, el pensamiento evolucionista es históricamente hijo de la
idea de progreso. Hasta la década de los años 30 la mayoría de
evolucionistas no habrían encontrado ninguna contradicción entre sus
puntos de vista evolucionista y progresista. A partir de los años 30,
coincidiendo con el intento de profesionalizar los estudios evolucionistas,
autores como T. Dobzhansky, G.G. Simpson, E. Mayr y G. Ledyard Stebbins
sistemáticamente eliminan de sus trabajos el lenguaje progresista, si bien
existen excepciones como es el caso de Julian Huxley. Con la sistesis
moderna, afirma Ruse, la evolución se independiza de la idea de progreso.
Esta
comprensión del darwinismo contemporáneo como una teoría no comprometida
con un criterio particular de progreso parece estar en la base de las
actuales propuestas evolucionistas para el estudio del cambio tecnológico.
Todos los enfoques evolucionistas actuales en el estudio de la tecnología
coinciden en reaccionar contra las concepciones lineales del cambio tecnológico.
Esta linialidad podría ser descrita en términos de maximización de la
ganancia, de aumento de la eficiencia (económica o física), etc.
Frente a
la linialidad, los evolucionistas proponen modelos multidireccionales.
Se trata, entonces, de identificar los factores que reducen la
variabilidad. Los modelos evolucionistas pueden ser de corte sociológico,
económico, cultural…, dependiendo de la clase de factores que se
consideren clave en la determinanción del ritmo y la dirección del cambio
tecnológico. Pinch y Bijker destacan esta virtud de los modelos
evolucionistas:
“…el
proceso de desarrollo de un artefacto tecnológico se describe como una
alternancia entre variación y selección. El resultado es un modelo
‘multidireccional’, en contraste con los modelos lineales explicitamente
utilizados en muchos estudios sobre la innovación e implicitamente en parte
de la historia de la tecnología” (Pinch y Bijker 1984: 28).
“…
si se adopta un modelo multidireccional, es posible responder a por qué
algunas de las variantes ‘mueren’, mientras otras ‘sobreviven’”
(Pinch y Bijker 1984: 29).
Pinch y
Bijker señalan que el éxito de un artefacto es el explanandum, no
el explanans. Sería, desde este punto de vista, la eliminación de
algún tipo de finalidad última en la historia de la tecnología lo que
propiciaría la investigación de la influencia del entorno de selección
sobre el cambio tecnológico. Esta es precisamente la interpretación
sugerida por Basalla:
“Desde
Darwin, los evolucionistas orgánicos han sido reacios a aceptar la idea de
que la vida evoluciona hacia un fin predeterminado. Hay que evitar la mención
de la dirección, propósito o progreso en relación a la evolución orgánica
porque se considera que introduce una especulación metafísica en el
discurso científico. De forma similar, he resistido a la tendencia a
considerar el avance de la humanidad o la necesidad biológica el fin hacia
el cual se dirige todo cambio tecnológico. Más bien, explico la diversidad
artefactual como manifestación material de las diversas formas que hombres
y mujeres han elegido a lo largo de la historia para definir y mantener su
existencia” (Basalla 1988: 262-263)
En suma,
los valores culturales, entre los que se encuentran los diferentes puntos de
vista sobre lo que se considera progreso, forman parte del entorno de
selección.
5
- Conclusiones
Uno de
los aspectos más interesantes del uso de analogías en la ciencia es su
potencial heurístico. No es necesario establecer una relación biunivoca
entre los elementos de los dos dominios. Forzar la analogía para encontrar
equivalencias en el ámbito tecnológico a los genes, las especies o las
mutaciones puede ser una labor poco fructífera. Pero ello no impide el uso
de la analogía entre procesos básicos que ocurren en ambos dominios.
Por lo
visto en este trabajo, la adecuación de la analogía darwinista para
estudiar el cambio tecnológico es más bien limitada. Pero el uso de la
analogía, pese a su falta de adecuación, ha sido de utilidad para entender
algunos aspectos esenciales. El modelo bien establecido de la evolución
biológica por selección natural ha servido como transfondo sobre el que
analizar el cambio tecnológico. Aprender sobre las limitaciones de la
aplicación de una analogía es también un modo de aprender sobre el ámbito
metaforizado. Un ejemplo claro en este sentido es la relación entre las
fuentes de variación y el entorno de selección en el cambio tecnológico.
En el
siglo XIX el darwinismo fue interpretado desde la idea de progreso. Esto
ocurrió también con las extensiones del darwinismo. Tanto Sundt como
Pitt-Rivers elaboraron sus modelos de evolución tecnológica en este
contexto cultural. Los modelos elaborados durante el último cuarto del
presente siglo, por el contrario, resaltan como característica principal
del darwinismo que no postula un fin último para la evolución biológica,
y es esta característica la que se considera fundamental para su extensión
al cambio tecnológico.
6
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RESUMEN
En este
trabajo se analiza la analogía entre la evolución biológica y el cambio
tecnológico. La comprensión del darwinismo contemporáneo como una teoría
no comprometida con un criterio particular de progreso está en la base de
las actuales propuestas evolucionistas para el estudio del cambio tecnológico.
Se
estudian también las principales limitaciones de la analogía entre evolución
biológica y cambio tecnológico: 1) el carácter intencional de parte de la
variabilidad en la evolución de los artefactos; 2) los modelos de evolución
de los artefactos son antes modelos de selección artificial que de selección
natural; 3) en el cambio tecnológico, al contrario que en la evolución
biológica, parece claro que los procesos de variación y selección se
encuentran relacionados. El uso de la analogía, pese a estas limitaciones,
ha sido de utilidad para entender el cambio tecnológico. Aprender sobre las
limitaciones de la aplicación de una analogía es también un modo de
aprender sobre el ámbito al que se aplica la metáfora.
ABSTRACT
This
paper deals with the analogy between biological evolution and technological
change. The understanding of contemporary Darwinism as a theory
non-committed with any particular criterion of progress is in the base of
the current evolutionary approaches to the study of technological change.
In
this paper are also studied the main limitations of the analogy between
biological evolution and technological change: 1) the intentional nature of
the variability in the evolution of artifacts; 2) models of the evolution of
artifacts are artificial selection models rather than natural selection
models; 3) in technological change, on the contrary that in biological
evolution, it seems clear that the processes of variation and selection are
related. The use of the analogy, in spite of these limitations, it has been
fruitfulness to understand technological change. Learning on the limitations
of the application of an analogy is also a way of learning on the domain to
which the metaphor is applied.